JULIO OLACIREGUI: SUEÑO DE TAMBORES, MITOS Y LEYENDAS

   

«En una fiesta aquel enorme salón lleno de humo bailando cumbias con espermas encendidas y comiendo butifarra me pareció que no había valido la pena atravesar el océano Atlántico para volver a la fiesta de san Roque en Barranquilla. Solo faltaba el Negro Adán». Gabriel García Márquez, Diario El Espectador

Julio Olaciregui nació en Barranquilla (Colombia) en 1951. Periodista y escritor, pasa de un género literario a otro con una gran desenvoltura. Sus obras incluyen la novela, la poesía, la dramaturgia y el cuento. Olaciregui eligió domicilio en Francia desde hace algo más de treinta años. Actualmente combina su labor de escritor al periodismo, trabajando para la Agencia France Press. Este personaje polifacético también se ensaya a la pintura y a los diversos proyectos que invaden sus pensamientos.

Para la entrevista, Julio escogió un café muy agradable en pleno Quartier Latin de Paris. El sugiere que la entrevista debe ser ambientada y, en efecto, cuando entramos al acogedor lugar, nos recibe la inconfundible melodía Rebelión del cantante barranquillero Joe Arroyo, coterráneo suyo. La canción cuenta la historia de un esclavo africano que se reveló en el año 1600, en pleno periodo colonial, al maltrato del amo español. Con la música de fondo y degustando un café colombiano surgen rápidamente los recuerdos: su primer contacto con la escritura en su ciudad natal en los años sesenta. La escritura llega como un descubrimiento en la adolescencia, a los catorce años; Julio dice que «todavía está llegando a la escritura : «La descubrí en el colegio gracias a un docente que hoy en día es mi amigo: Ramón Molinares, profesor de literatura en aquel entonces. Mi primer escrito fue una redacción sobre el Carnaval de Barranquilla». Y es este Carnaval, al que procura asistir cada año, para reencontrarse con sus raíces. 

«Por azares de la vida entré en contacto con el escritor Alberto Duque López, a mi regreso a Barranquilla. El trabajaba en el diario el Heraldo y me propuso que llevara alguno de mis escritos para publicarlos en el periódico.»

«Además de la escritura, también participé en la creación del grupo de teatro del colegio. Ese año fue para mi muy importante, el año de la revelación. Nunca dejé el teatro ni tampoco la escritura». Fueron esos años de liceo los que marcaron su entrada al mundo mágico de la literatura y de las tablas. Como los jóvenes que buscan hacerse un camino en la vida, Julio ingresa a la Universidad, pero su amor por las letras y las artes escénicas se va afirmando con el paso del tiempo: «Empecé a estudiar Ingeniería Industrial en la Universidad de Antioquia. Luego pasé a la Sociología. Durante esos años de Facultad, siempre participé en el grupo de teatro que me fue atrapando. Por azares de la vida entré en contacto con el escritor Alberto Duque López, a mi regreso a Barranquilla. El trabajaba en el diario el Heraldo y me propuso que llevara alguno de mis escritos para publicarlos en el periódico. Mi primera colaboración fue con un texto sobre Kafka. Continué escribiendo para el diario con la efervescencia y la fiebre propias de la juventud. Mi carrera como periodista empezó en una emisora local de Barranquilla. Con la experiencia adquirida en la radio pasé a trabajar posteriormente de planta al mítico Heraldo, donde laboró en su época Gabriel García Márquez. Luego, por otros azares de la vida y del amor, me vine a Francia y aquí me radiqué. Estando en Paris, uno de mis escritos fue publicado en Colombia en una recopilación editada para Colcultura por Santiago Mutis. Durante diez años publiqué pequeños textos». El primer libro de cuentos de Julio fue Vestido de Bestia en 1981. Siguen otros libros como la novela Los domingos de Charito, Trapos al sol, Vísperas de Amor, Las novias de Barranca, Talía y el Garabato, el callejón de los besos y las obras de teatro Tango Congo y Las máscaras.

«El interés por el África es algo que descubrí en Paris, por el contacto con los africanos.»

Parte de la obra de Julio Olaciregui tiene como denominador común el continente africano. El África ejerce sobre él una fascinación particular y permanente como fuente de inspiración. Sus obras están fuertemente impregnadas de colores, olores, sabores, sensaciones y vivencias de personajes inquietantes. Barranquilla, puerto colombiano de la costa Atlántica, bañado por el Mar Caribe, está igualmente presente y es quizá la herencia de los esclavos africanos, que sigue vigente a través de manifestaciones como por ejemplo el Carnaval de Barranquilla, declarado patrimonio cultural por la UNESCO, lo que le ha permitido tomar referencias que luego aparecen en sus escritos. «El interés por el África es algo que descubrí en Paris, por el contacto con los africanos».

«En la costas Atlántica y Pacifica colombianas hubo presencia de los esclavos africanos en la época de la colonia. Lo que pasa es que cuando uno vive en Colombia no es muy consciente de ello. Quizás por eso los escritores costeños no han desarrollado ese tema, aparte de Manuel Zapata Olivella y algunos otros como el poeta Jorge Artel; no hay una reivindicación, no existe lo que podríamos llamar el afro colombianismo en la literatura colombiana. Aquiles Escalante es un precursor, un estudioso de Palenque y de su importancia en la historia de nuestro país. El investigador francés Roger Bastide, que escribió «les Amériques noires», es otro gran especialista del tema. En Colombia, los negros son en cierto sentido, sinónimo de folclor o de deporte; no se les toma en serio como una cultura de resistencia y si existen hoy en día, es porque pudieron sobrevivir a la esclavitud». Y Julio reitera : «Aquí en Paris fue donde tomé conciencia de ello. Mi padre tiene rasgos africanos. Yo me di cuenta de ello estando en Francia, pues en Colombia me creía heredero de la España católica. Ni siquiera la cultura indígena la hemos valorado suficientemente a nivel de la educación. De pronto en la vida cotidiana ya eso forma parte de nosotros que ni siquiera nos preocupamos por ello: el hecho de comer maíz, de bailar las danzas como la Cumbia… Creo que hay mucho de la vida cotidiana que viene de los pre-hispánicos y que no lo reivindicamos fuertemente porque quizás nos da vergüenza. La palabra Indio se ha convertido en un vocablo peyorativo. Acá en Paris, gracias a las danzas africanas que practico como aficionado, me he dado cuenta que me hace falta valorar ese pasado. Por ejemplo, en Barranquilla existe la danza del Congo. Eso me confirma que nosotros venimos da allí, que tenemos una gran conexión con ese continente».

«Tengo una naturaleza de picaflor; me gusta pasar de una cosa a otra. Depende del momento y de la solicitud interior y exterior. Uno debe inventar nuevas formas de contar las historias.»

Citando a Roland Barthés quien escribía fragmentos para multiplicar el placer de comenzar y de terminar un texto, Julio confiesa su preferencia por la escritura de textos cortos sin dejar de lado la escritura de textos más extensos: «Tengo una naturaleza de picaflor; me gusta pasar de una cosa a otra. Depende del momento y de la solicitud interior y exterior. Uno debe inventar nuevas formas de contar las historias». Y gracias a esa naturaleza de picaflor, Julio llega a escribir guiones para el cine. Su primera experiencia con el séptimo arte constituye para él un grato recuerdo, que llegó también por azares de la vida. «Un azar que existe pero que uno también provoca. Hace algunos años, cuando hacía una maestría en la Universidad de la Sorbona Paris 3 de literatura comparada, sobre el libro de Álvaro Mutis La Mansión de Araucaima, le propuse a un amigo inglés que buscaba un guión para el cine mis apuntes sobre ella. En alguna ocasión el propio Álvaro Mutis comentó que La Mansión de Araucaima había sido escrita para Luis Buñuel que quería llevarla al cine. Finalmente el proyecto no se concretó. En aquel entonces, el instituto FOCINE de Colombia organizaba un concurso de guiones. Yo envié el manuscrito y gané el premio. De Bogotá me llamaron para proponerme la dirección de la película. Como yo no tengo competencia en materia de dirección, fue finalmente el cineasta Carlos Mayolo quien se encargó de la realización. Algunos años después tuve la sorpresa de ver la película proyectada en el Cine Le Latina, al lado de la Rue Rambuteau, donde tiempo atrás, en una chambre de bonne escribí el guión. Era la recompensa materializada del fruto de mi trabajo. La experiencia fue tan interesante que seguí escribiendo guiones para largo y cortometrajes. En este momento trabajo en el guión para un cortometraje sobre el mito del hombre caimán». A la labor polifacética de Julio Olaciregui se suma la de miembro del Consejo Editorial Internacional de la revista La Casa de Asterion, una publicación editada por la Universidad del Atlántico de Barranquilla. Ese vínculo con Colombia, le ha permitido seguir de cerca los nuevos nombres de la literatura colombiana: «He oído hablar de algunos escritores que han publicado y ganado premios. Conozco a Santiago Gamboa que trabajó conmigo en la AFP y a quien ahora le va muy bien; uno de sus libros fue adaptado por Sergio Cabrera para el cine. Otro escritor que está muy de moda es el cartagenero Efraim Medina; también están Mario Mendoza, Facio Lince… Descubrí a Fernando Vallejo cuando publicó la Virgen de los Sicarios y tuve la oportunidad de coincidir con él en México.

«Creo que hay mucho de la vida cotidiana que viene de los pre-hispánicos y que no lo reivindicamos fuertemente porque quizás nos da vergüenza.»

Ahora existen muchísimos escritores, más que en la época en la que empecé a escribir.». Escritores que como él, han ejercido como periodistas y que han logrado destacarse en el panorama literario colombiano e internacional: Gabriel García Márquez, Santiago Gamboa, Oscar Collazos, Luis Fayad… Su libro DIONEA, disponible en Colombia, es como lo explica el escritor «un conjunto de mitos, historias, fragmentos y novelerías….pero sobre todo existe gracias al nombre de Dionea, diosa pre-homérica, pero ahora una muchacha neocolombiana que debió «deconstruir» su nacionalidad, abandonar su tierra, Barrancas, para escapar a un novio. Aquí vuelve y juega de nuevo convertida en musa de poetas, en madre de la atracción y la gravidez, de la espuma, los peces, las flores, los ombligos, las crisálidas y las ranas, olvidada y recordada… «

En el 2013, Olaciregui ganó el II Premio Nacional de Cuento La Cueva, con su cuento La piel de Mabina. En esta convocatoria literaria participaron 1423 escritores. En este mismo año publicó Días de Tambor. En el 2014, publica su última creación literaria, una novela titulada La segunda vida del negro Adán. Esta novela es un homenaje al protagonista, el negro Adán, un personaje legendario, conocedor como nadie de la cultura gastronómica de Barranquilla. El lanzamiento del libro en Colombia se hizo en la pasada Feria Internacional del Libro de Bogotá.

Dejamos a Julio en compañía de sus numerosos proyectos, de sus sueños y de sus mitos que tanto lo apasionan y que serían sin lugar a dudas, el tema para una nueva conversación.

Todas las fotos  del escritor son propiedad de Timandra Magazine©

Todas las fotos de las obras del escritor son cortesía de Julio Olaciregui©

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